martes, 24 de marzo de 2009

"El pilar de un pueblo radica en la educación", decía Larra. Hoy se cumplen 200 años de su nacimiento


Hoy martes 24 de marzo se cumplen los 200 años del nacimiento de uno de los mayores románticos que satirizó sin piedad la sociedad de su época (1809-13 de febrero 1837). Cuenta Tomás García Yebra en HOY que la divisa de Larra fue mostrar al hombre "tal como es, no como nos gustaría que fuese". Eso le llevó no pocos disgustos. En sus muchos artículos ridiculizó los defectos de una sociedad en la que no se encontraba cómodo. "Me llaman por todas partes mordaz y satírico; todo porque no quiero imitar al vulgo de las gentes, que no dicen lo que piensan o piensan demasiado lo que dicen", escribió en uno de ellos.
Su descendiente Jesús Miranda de Larra le define como un hombre de complexión pequeña (medía metro sesenta), de ojos negros, mirada triste, párpados abultados y altivo tupé. Sus biógrafos le aplican los adjetivos de inteligente, orgulloso, enamoradizo, misántropo, hipocondriaco, escéptico y distante. "El orgullo fue, quizá, su peor defecto", asegura Miranda.
Fundó dos revistas, "El duende satírico del día" y "El probrecito hablador", que le sirvieron de escaparate para darse a conocer. Con poco más de 20 años (se suicidó a los 27) pasó a convertirse en el periodista mejor pagado de su época. Ganaba 60.000 reales al mes, unos 14.000 euros de ahora.
"Pensaba que el pilar de un pueblo radica en la educación, y sobre esa idea pivota toda su literatura", dice Miranda de Larra. Durante su niñez fue un niño abierto y alegre, pero un contratiempo en la adolescencia enturbió su carácter. "Se enamoró perdidamente de una mujer mayor que él, y un buen día descubrió que aquella mujer era amante de su padre. Le dejó marcado para el resto de su vida", relata su descendiente.
En 1829 se casó con Josefa Wetoret. El matrimonio fue deteriorándose a raíz de las relaciones de Larra con Dolores Armijo, dama de alta alcurnia casada con un abogado. Tuvo 3 hijos con su mujer: Luis Mariano, Adela y Baldomera. La tarde del 13 de marzo de 1837, Dolores Armijo fue a casa de Larra para que le devolviera unas cartas comprometedoras. Larra se resistió a entregárselas e intentó convencerla para reanudar su relación. Temerosa al qué dirán -eran la comidilla de todo Madrid-, Dolores no se atrevió a dar el paso y se fue de la casa con un "no" rotundo. Cuando subía por la calle Santa Clara, camino de la plaza de Santiago, oyó un disparo. También lo oyó su hija Adelita. Larra se quitaba la vida por amor.

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